El Alto Besaya siempre ha sido territorio de tránsito entre la planicie castellana y la costa cantábrica, es por ello que desde épocas romanas o puede que incluso anteriores, ha estado perfectamente conectado con las distintas infraestructuras que se adecuaban a la época. Después de la Calzada Romana y antes de la llegada del ferrocarril, el camino más transitado fue “El Camino Real de las Hoces o Camino de las Harinas”. Este camino, hizo que en la zona se desarrollase la industria del cereal con la construcción de molinos recogiendo las aguas de los ríos y arroyos como el Besaya, el Torina o el Erecia.
El río Besaya es el río más importante, el que da nombre al territorio que vertebra y tiene un apartado específico.
El río Torina, nace en Pico Jano, y hasta que se une al Besaya dibuja una preciosa garganta en su recorrido. Sus aguas se aprovecharon primero para instalar molinos, después para producir electricidad.
El río Erecia discurre por Monte Canales y se une al Besaya en Helguera (término municipal del Molledo). Es precisamente en esta localidad, donde había un molino.
El río Casares, que nace en Cotillo, también se aprovechó para construir diversos molinos en su curso.
El Camino Real de Las Hoces o Camino de las Harinas, conecta los términos municipales de Bárcena de Pie de Concha (Alto Besaya) y Pesquera (Sur de Cantabria), Centro de Interpretacion de las harinas, visita recomendable para los viajeros interesados la historia de AGUA HARINA Y CAMINO.
Se trata de un trayecto del «Camino Real de Reinosa a Santander», planeado para facilitar la circulación de cereales y lanas desde la meseta castellana al puerto de Santander.
El camino parte de un plan más ambicioso desarrollado en el siglo XVIII por el Marqués de la Ensenada, político ilustrado servidor de Fernando VI, y consistía en la construcción de una red de carreteras y canales navegables para mejorar las comunicaciones, suplantando la antigua calzada romana, y así facilitar la formación de un mercado nacional de productos agrícolas.
Las obras se desarrollaron entre 1749 y 1753 llegando a ser la principal vía de comunicación y comercio entre la Meseta y el Cantábrico, hasta la llegada del ferrocarril en 1866.
El trazado de este nuevo camino circulaba por terrenos de difícil relieve y atravesaba ríos provistos de bastante agua, por lo que fue una construcción bastante complicada. El camino tenía una anchura de entre 6’5 y 10 metros, dependiendo de los tramos. Actualmente, se conserva en su original disposición el tramo Bárcena de Pie de Concha – El Ventorrillo de Pesquera.
Además del tramo conservado del camino, se ha delimitado un entorno de protección, situado alrededor del Camino Real de Las Hoces. La delimitación del entorno se realizó teniendo en cuenta las características especiales del Camino Real de Las Hoces, al ser el único tramo de la totalidad, que se mantiene relativamente en su estado original.
Con esta resguardo especial se pretende conservar y proteger el Camino, el cual se inserta en un medio natural y paisajístico de gran fuerza y valor, así como su correcta contemplación e interpretación, integrando elementos específicos asociados muy directamente a él, como los abrevaderos de las caballerías y las zonas de parada, descanso y cobijo.
En los valles de Iguña y Anievas debido a su configuración geográfica se localizaban varios molinos, el de Helguera, Silió, Pie de Concha (el cuál muele para el disfrute de personas que quieren ir a verlo, pero no funciona en grandes cantidades), Raicedo, Palacio, Arenas, y dos en Anievas en el pueblo de Barriopalacio, molinos que ocuparon lugares señalados al lado de los ríos y riachuelos y que permitieron a los campesinos conseguir la energía necesaria para moler sus cereales, principalmente maíz ya que el trigo era menos frecuente, sin una gran inversión.
La explotación de los molinos solía hacerse de dos maneras:
– Por “veceras”: cada campesino tenía la propiedad del molino de un día o medio según las necesidades.
– Por “maquila”: existía un solo propietario y este les cobraba en especies, es decir, retiraba una cantidad proporcional del grano que llevaban a moler, y a parte recibía un sueldo del estado. Como el cobro de la maquila no se hacía delante del cliente se prestaba a picarescas habladurías. Esta era la manera más habitual en estos valles.
Los molinos de agua podían ser de dos tipos: con rueda motriz horizontal (molinos de rodezno), los cuales son los típicos de esta zona, o con rueda vertical (las aceñas).
Los molinos eran lugares de reunión de las gentes en donde comentaban los acontecimientos cotidianos, los chismes y cuentos unas veces reales y otras fruto de la imaginación de los contertulios ya que pasaban allí muchas horas esperando su turno para moler el grano, ello queda reflejado en canciones que aluden a ello. El transporte del producto para moler se hacía bien en una mula o bien al hombro.
La mayoría de los molinos que había en estos valles, de los cuales quedan pocos restos, eran construcciones simples, de estructura muy elemental y levantadas a base de mampostería de baja calidad y generalmente cimentadas sobre lugares rocosos de las orillas del río. En general, los molinos más habituales eran los pequeños de un solo rodezno, pero también se daban los de dos, tres, e incluso cuatro o cinco, como en el molino de Helguera (Molledo), dependiendo de la demanda y la cantidad de agua disponible en el lugar donde están ubicados, en algunos casos forman parte de la vivienda del molinero.
A estos molinos solían acudir agricultores de comarcas próximas como Toranzo o Buelna, ya que Anievas e Iguña eran zonas muy conocidas por la buena calidad de molienda que se hacía en sus molinos.
Suelen tener planta rectangular, sin más huecos que la puerta de acceso y algunas veces alguna pequeña ventana. Consta de dos alturas sin comunicación entre si, la inferior es donde van alojados los rodeznos, con una abertura en forma de arco por donde se le da salida al agua, en el piso superior o “sala de moler” es donde van alojados los mecanismos de trituración.
En un molino se pueden distinguir varios mecanismos, tales como: instalación hidráulica, mecanismo de rotación, mecanismos de molturación….
La instalación hidráulica: los molinos se sitúan próximos a los ríos aprovechando cierto desnivel de estos. El agua es captada aguas arriba, desviándola con una presa para luego conducirla por un canal hasta el depósito de agua desde donde se precipita con gran fuerza por el cubu sobre las paletas del rodezno haciéndola girar, este giro es transmitido a través del eje a la muela móvil. Ente el canal y el cubu se coloca una reja para evitar la entrada al molino de hojas, ramas….. que son arrastradas por el agua del río. Al final del cubu hay un espacio por el que el agua sale a gran presión, superpuesto a esto se encuentra un mecanismo cuya misión es desviar la corriente fuera del campo de acción el rodezno, haciendo que este pare o arranque.
El mecanismo de rotación está compuesto por tres elementos, una rueda llamada rodezno, formada por unas palas radiales que giran al recibir la presión del agua, un eje en el que van incrustadas las palas del rodezno y por último, una viga horizontal en la que se apoya todo el conjunto.
El rodezno consiste en una rueda formada por palas unidas a la maza del árbol y que gira en posición horizontal, el diámetro del rodezno varia entre 80 y 180 cm, antiguamente los rodeznos eran construidos por molineros expertos o carpinteros especialistas, en la actualidad estos son metálicos. El eje está compuesto de una parte superior de hierro que cruza la muela fija del molino, y que en su extremo lleva la cruceta que encaja en la muela móvil arrastrándola en su giro y de una segunda parte de madera de forma cuadrada o circular donde van encajadas las palas del rodezno, la maza. El extremo inferior del árbol se apoya sobre una especie de cojinete, consistente en una piedra oval que va encajada en una viga horizontal denominada el puente.
El mecanismo de molturación consiste en dos piezas cilíndricas de piedra, las muelas, con una abertura tobular en su eje, la inferior permanece fija y la superior gira en el fin de permitir con su rozamiento sobre la primera la molturación del grano, estas piedras se traían de Francia, o bien se hacían con materiales de la zona, piezas que se hacían en los montes y de las cuales todavía quedan restos en montes como La Lomba…, piezas terminadas que bien porque pesaban mucho no se podían transportar o bien por otros factores no se pudieron utilizar.
El grano se va almacenando en la tolva de madera de forma troncopiramidal invertida y en ella se va dosificando con ayuda de las vibraciones transmitidas, poco a poco va cayendo el grano por el agujero que lleva la rueda superior. Se puede regular el grosor de la harina, variando la separación entre las dos muelas.
Cada nueve o diez días de funcionamiento se procede a levantar la muela para proceder a quitar la harina que se queda encajada en las estrías de las muelas con ayuda de un pico metálico.